jueves, 28 de abril de 2011

Reconciliación

Han pasado ya más de dos días desde el altercado con la fotógrafa. Os puedo garantizar que no he vivido. Tzigane está abandonada, yo no salgo prácticamente de la cama y todas mis circunstancias se han vuelto opacas de repente.

Sólo ahora están empezando a aclararse. Cuando me encuentro en esta situación suelo escuchar esto y el efecto es automático. La mueca que pretende ser sonrisa nace sin más. Mozart es dios.



Lo más probable es que este fin de semana me guarde mucho de irme con ninguna piba a ningún sitio. Esta noche en el Country voy a ser el camarero más modosito de toda Salamanca. Nadie sabrá nunca por mi boca que esas fotos existen.

martes, 26 de abril de 2011

El silencio de J. C.

Como necesito unas vacaciones después del puente, me he acordado de Cage. Supongo que muchos (¿hay alguien ahí?) ya conoceréis las obras de este músico estadounidense.

Esta es la que más famoso le hizo: 4'33'. Un espacio para la reflexión, la resurrección de Dadá cada vez que una orquesta la programa. No os perdáis el momento en que el director se seca el sudor de la frente justo antes de comenzar el segundo movimiento, como si acabara de terminar con el primero de la Décima de Mahler. Toda la historia de la música (al revés) en un cuatro minutos y medio.

lunes, 25 de abril de 2011

Flash (o de cómo un violinista hace una idiotez)

La pasada noche prometía ser una noche aburridísima en el Country. Sin embargo me voy acordar el resto de mi vida, no por el polvo, que también, sino por consentir una idiotez que todavía no sé qué factura va pasarme.

Os cuento: me ligué a una cuarentona que estaba buenísima. Era madrileña y había venido a pasar el puente a Salamanca. Estuvo más o menos una hora sola en la barra, charlamos, le puse un par de copas, y cuando se marchó hacia las dos, me pasó discretamente una nota con su nombre, mientras me decía que me esperaba en el Monterrey.

Ángela me ha hecho el favor de cerrar ella el Country (lo que yo digo, somos colegas) y me he podido escapar hacia las tres. La Gran Vía estaba muy poco animada a pesar de ser mañana fiesta. Volé por los soportales y llegué en un tris a Santa Eulalia. Cuando pregunté en recepción por Laura Gómez me dijeron que estaba en la habitación 426 y que había dejado recado de que me estaba esperando.

No había maletas, por lo que supuse que no se alojaba en esa habitación, puede que ni siquiera en el hotel. Nos hicimos un par de copas del minibar y enseguida comenzamos a besarnos y desnudarnos un poco a lo loco. Se le notaba que me tenía ganas. Y reconozco que yo también. La tía sabía lo que quería y sabía cómo cogerlo: iba a ser un polvo de escándalo.

Y sorpresas te da la vida. La tal Laura resultó ser fetichista. Nada salvaje, ya veréis, pero un poco rarito ya os digo que sí. En plena faena sacó de debajo de la cama una cámara de fotos y se dedicó a disparar a diestro y siniestro, yo sólo, ella sola, los dos con temporizador, los dos sin temporizador. Tendría que haber protestado más energicamente, pero lo cierto es que el juego me estaba gustando. La tipa tenía un morbo de espanto, con y sin cámara, y pensé que con obligarla a que borrar la memoria la cámara al levantarnos sería suficiente.

Pero esta mañana, cuando me he despertado en la 426, la cuarentona de los huevos no estaba. Por supuesto, la cámara tampoco. Me he vestido, he preguntado en recepción y nada, la cuenta pagada (menos mal) y ningún dato más. De la categoría de fetichista morbosa, Laurita ha subido a la de puta enferma. Ahora hay un montón de fotos mías en bolas, follando con una desconocida. Y la puta sabe donde trabajo. Y yo no sé nada de ella. Igual no es ni de Madrid. Joder.

domingo, 24 de abril de 2011

Colegas

Ángela y yo nos volvimos a liar anoche. Si es que tanto tiempo juntos no puede ser: jueves y viernes sin comernos un colín ni ella ni yo (en Semana Santa se van hasta los guiris), y claro, ayer no pudimos evitarlo.

Nos hemos liado sólo dos o tres veces en dos años. Ninguno de los dos permitimos que pase a mayores, a ninguno de los dos nos interesa. Pero sí hay un cariño especial: a ella le puedo contar, por ejemplo, lo de Tzigane, y si no lo entiende hace como que lo entiende. Si hubiéramos ido a follar a mi casa en vez de a la suya, esta mañana, en plan colegas, le habría tocado la cadenza, que ya empieza dejar de sonar a gato despellejado.

Ángela es un tía de puta madre, pero se parece demasiado a mí. Somos dos veletas. Así que esta mañana me he levantado, vestido y salido sin más. Ella seguía dormida, o fingía estarlo. Yo hubiera hecho lo mismo, porque a ella sí que la volveré a ver esta misma noche en el Country. Es lo que tiene ser colegas.

jueves, 21 de abril de 2011

Tzigane sale a la calle

He vuelto a Salamanca. Madrid es una ciudad insufrible. El lunes el suicidio del vidente ese. Y luego lo que he tenido que lidiar para poder tocar un rato en la calle. Salí el martes a las 11 a Sol, cargado de violín, y me fui derechito a la calle Preciados. Me puse en un portal, entre un mimo vestido de marciano y un conjunto de tres malabaristas. No había tocado ni dos compases cuando el mimo se bajó del pedestal a marcarme el territorio. Sólo le ha faltado levantar la patita y mear en la farola.

Lo que más me sorprendió es que no vi ningún atisbo del buen rollo que se nos supone a los artistas callejeros, ni asomo de reminiscencias jipis, ni sombra del buen rollo y del haya paz. Es evidente que para el marciano todos los días son un buen negocio y nadie se lo va arruinar. Los tres malabaristas ni se inmutaron. Intenté hacerle ver que no pensaba hacer una fortuna, que era por afición, un rato, que todo lo que sacara se lo iba a dar a él. Pero ni por esas.

El caso es que me tuve que ir a probar suerte a la calle Arenal. Allí cambié de estrategia. Me acerqué a un señor un pelín desarrapado, que tendría unos 50 años. Tocaba la armónica, bueno, soplaba dentro. Le pregunté si me permitía tocar un poquito en su puesto, que todo lo que me dieran se lo daría. Mejor entrar de primeras, sin duda, aunque fue cuestión de suerte. Podía haberme encontrado con otro marciano. El señor de la armónica, con un discurso un tanto disperso, me dijo que así descansaba él un rato y me escuchaba.

Me arranqué con el concierto en sol mayor de Vivaldi, siempre tan resultón, una chacona de Bach (tocada de aquella manera) y un arreglo para violín de varias pequeñas piezas para piano de Balakirev. Para terminar, he tocado la cadenza inicial de Tzigane como buenamente he podido. Necesitaba airearla, aunque todavía está muy verde. El señor de la armónica fue el único que me aplaudió cada vez que dejaba de tocar. Es evidente que no tenía criterio musical.

Estuve tocando no llegó a una hora: me echaron en la funda unos 5 euros, que le entregué al señor de la armónica, como había prometido. Le estreché la mano al despedirme, agradeciéndole su amabilidad. Con su extraño andarse por las ramas, me dijo algo así como que me guardara de los peruanos. Achaqué ese comentario al mencionado discurso disperso y volví para coger el metro en Sol y llegar a comer a casa de Leli.

lunes, 18 de abril de 2011

En Salamanca estas cosas no las ves

Acabo de cruzarme con un revuelo enorme en el Gregorio Marañón. Mi hermana vive en la calle Ibiza, justo enfrente, y al salir de la circular en O'Donnell, me he encontrado con todo el pastel. Mucha policía y mucha prensa, también ambulancias, aunque siendo un hospital tampoco es de extrañar. El caso es que me he llegado a asustar. En Salamanca (la ciudad, no el barrio) estas cosas no las ves, oyes alguna sirena lejana, a veces pasan cerca, pero nunca ocurre nada. En cambio aquí mi cabeza ha barajado causas posibles desde el aviso de bomba a la epidemia descontrolada. El caso es que parecía que estaban evacuando el hospital.

Cuando he llegado a casa y he puesto la tele, me he encontrado con la noticia: un famoso se ha tirado por una de las ventanas del Marañón. Famoso en su casa, me digo, porque yo no tengo ni idea de quién es ese Santiago de Cos del que hablan en Telemadrid. Parece ser que es un vidente de una cadena local, que en otros tiempo debió ser más conocido. Ahora resulta que llevan hablando dos días de él, desde que le dio un chungo en directo. Y yo sin enterarme. Claro, cómo me voy a enterar, si estoy de la cama al Country y del Country a la cama todo el fin de semana.

Lo que sí tengo cada vez más claro es que ha llegado un momento en que es mejor no encender la tele para nada. Mucha cháchara y conexión con el Hospital, pero la escenita del chungo del vidente en directo no la han puesto más. La he buscado en el youtube, pero no la encuentro. Si alguien la localiza, que avise.

domingo, 17 de abril de 2011

Buf, qué resaca

La chica de ayer se ha ido hace un rato. Era morena y española: se llamaba Silvia, o Sandra, o Susana. He intentado repetir lo del arco, pero me lo ha quitado de la mano y casi me desloma. Ha estado a punto de marcharse, pero le he hecho ver que no era más que una broma. Y se lo ha creído, también porque se moría por quedarse a follar. Esta sí que se ha comido, no un sandwich, sino tres. Parecía que venía de sufrir tres años de guerra por metro cuadrado. Y ha comido más cosas, pero eso son intimidades que no vienen al caso.

Mañana me voy a Madrid a ver a mi hermana Leli. Me llevaré el violín a ver si no me apalean los habituales y puedo tocar una horita en la calle Preciados.

sábado, 16 de abril de 2011

Blogueros, Tzigane; Tzigane, los blogueros.

Os presento a la primera página de Tzigane:

Una vez hechas las presentaciones, diré que he estado ayer y hoy machacando el comienzo por las tardes, antes de irme al Country. También he salido a correr dos ratos y he hecho abdominales. Tono se ha marchado esta mañana a Zamora, a casa de sus padres, y yo me he quedado sólo un fin de semana más, como casi todos.

Me he dado cuenta de que Vengerov liga en la célula inicial el si fusa con el si corchea con doble puntillo. Hace esta célula como una nota larga única. La separación es tan sutil que no se aprecia más que en un leve vaivén del arco. Pero la interpretación es magnífica. Lo difícil de la cadenza incial es darle el sentido y la emoción que se debe: no es difícil técnicamente, pero es música romaní (vale, vale, ya sé que es Ravel, pero no deja de ser romaní), esto es, lo que improvisan los gitanos búlgaros y rumanos entre planchas de uralita y chabolas suburbiales, alrededor de una hoguera, con el violín viejo y carcomido, y un clarinete que suena como un buque de barco. Y se necesita una sensibilidad especial para darle la profundidad desgarrada que debe de tener. El espíritu del flamenco al otro lado de Europa. Cámbiales el violín y el clarinete por una guitarra a esos viejos gitanos húngaros y, cerrando los ojos, jurarías estar en Triana.

Otro día os cuento lo que es un Luthéal.

jueves, 14 de abril de 2011

Peatonalidad

A veces, como hoy, voy a la calle Toro a tocar el violín. La razón es simple: la pasta. Los sueldos de camarero apestan y tocar en la calle, aunque no me gusta nada, es un extra que no puedo desperdiciar cuando necesito pagar el alquiler y volver a ducharme con agua caliente.

Cuando tocas en la calle, la gente no te hace ni puto caso, aunque fueras el mismísimo Malikian…


…que tocará todo lo bien que tú quieras, pero no ha tocado en la calle más que ese día del vídeo, y no fue exactamente en la calle. A pesar de que es uno de los mejores violinistas del momento en el gran circuito, a él le molan más otras cosas…


…que también tienen su noséquétienen. Me recuerdan un poco a Les Luthiers. Alto standing en ambos casos. Pero digamos que Malikian no ha pasado el frío que he pasado yo, en pleno enero, tocando donde antes estaba el Simago, ni se ha ido a casa con dos euros en la funda del violín después de tres horas destrozando a Bach y a Bocherini como un hijoputa. La calle Toro es una tumba para la música ambulante, pero es la tumba menos tumba de todas las calles de Salamanca.

miércoles, 13 de abril de 2011

Col legno

No tiene que ver con Tzigane y tal vez no debería contarlo aquí, pero lo voy a contar por tres motivos. Uno, los que ya me conocéis sabéis que estas cosas las tengo que contar para no reventar. Dos, no creo que esto lo lea nadie. No es más que el blog de un violinista. Y tres, ha sido un revulsivo para atacar la partitura como se merece.

El caso es que una inglesita monísima estuvo toda la noche en mi barra, tirándome los trastos. Hasta ahí, todo normal. Yo a lo mío, a lo de siempre, al pan y a las tortas, a las copas y al turrón. Hacia las cuatro, cuando Ángela y yo hemos cerrado el Country, la inglesita me esperaba fuera y se ha venido conmigo a casa. Por suerte, Tono duerme como un tronco y su habitación está a la otra punta de la casa. Mi cuarto es más pequeño que el suyo, pero da igual, porque sólo nos ha dado tiempo de llegar al salón, que está nada más entrar al piso. Medio en inglés, medio en castellano, me ha preguntado, mientras se quitaba el jersey, si tocaba el violín. Yo he cerrado la puerta del salón y le he dicho que sí.

Al principio ha sido como siempre. Era rubita, con ojos azules, nariz alargada pero no tremenda, mira que hay inglesas feas… pero esta era monísima. Hemos follado en el sofá, después de apartar el portátil y el violín. Todo iba bien hasta que ella ha cogido el arco del suelo y ha empezado a pasárselo por el coño, por la parte de la madera. Imaginaos cómo me he podido quedar en ese momento. A cuadros. Ahí estaba ella, tocándose el violín en cinco por cuatro, como en el Marte de Holst. Tardé unos segundos en reaccionar, pero una vez repuesto del shock inicial, he empuñado el arco como si el mismísimo Vengerov lo manejara y he seguido a pies juntillas la partitura que tenía ante mis ojos. Para qué más detalles.

La inglesita lo ha pasado bomba. Claro, y yo también. Después del festival de Salzburgo me la he llevado a mi cuarto, porque Tono suele levantarse pronto para irse a Anaya. La inglesita y yo hemos dormido hasta tarde. Al despertar hemos follado otra vez, pero por desgracia el arco se había quedado en el salón. A mediodía se ha ido. No ha habido manera humana de que aceptase un sandwich de jamón york y lechuga. Seguramente nunca volverá al Country.

Cuando me he quedado sólo, desnudo todavía, me he puesto delante de la partitura y he vuelto a intentar hacerme con los primeros compases de la cadenza. Ahora sé que Ravel quiere que los violinistas follemos con el violín cuando toquemos Tzigane. Y me he sentido más hombre que nunca.

martes, 12 de abril de 2011

Comienzo flojo, en mi línea

El comienzo de mi proyecto no ha sido muy alentador. He estado toda la mañana en el sofá, leyendo un poco la partitura mientras escuchaba la versión de Vengerov, esa que está ahí al lado, a ver si se parecía en algo su interpretación con las indicaciones de Ravel. He intentado tocar algunas células de la cadenza inicial, las más sencillas. Evidentemente, me he debido dormir en algún momento.

Cuando me he despertado, me he sentido idiota. He hecho unos cuantos abdominales y me he preparado un par de bocatas de pan de molde con jamón york y lechuga. Y ahora viene lo desalentador: no he hecho nada más en toda la tarde que tenga que ver con Tzigane. He visto la tele hasta que ha venido Tono. Y cuando ha venido Tono, hemos estado un buen rato jugando con la play en su habitación. Me ha dicho que ha tenido hoy un examen de griego y necesitaba desconectar, así que yo no le he dicho nada de Tzigane ni de Ravel. Para qué. Justo a las 8, hace casi una hora, me ha llamado Agustín para que fuera al Country a trabajar esta noche. Tiene la puta manía de avisarme casi sin tiempo cuando tengo que ir a echarle un cable en la barra.

Resumiendo, que ha sido un comienzo flojo. Quitando ese par de horas de la mañana, en las que me he acercado un poquito a la Tzigane, el resto del día, para olvidar. A ver qué tal se me da esta noche el curro. No recojo ni el violín del sofá.

lunes, 11 de abril de 2011

Lento, quasi cadenza

He decidido comenzar un blog para dejar constancia de algo que para mí es y va a ser importante. Como sabéis los que me conocéis, toco el violín desde hace mucho tiempo. Hace unos días me bajé del IMSLP la partitura de Tzigane, de Ravel, y estoy dispuesto a tocarla aunque me cueste romperme dos dedos de la mano izquierda.

Puede que este blog sea uno de los más aburridos de la historia (a quién le interesan las evoluciones de un violinista mediocre en su doma y monta de tzigane), pero tal vez puede que no. Lo que seguro que no es aburrido es comenzar a destripar la partitura de Ravel, y a eso me voy a dedicar en los próximas semanas. Lento, quasi cadenza.

Por cierto, si alguna pianista de aquí de Salamanca se anima a acompañarme con el piano, que me escriba.