jueves, 12 de mayo de 2011

Terremoto

El terremoto de ayer, comentado por la mujer de Calatayud que tenía fotos de las auroras el 30 de abril y por mí mismo ayer sin saber nada de la noticia, no nos ha sorprendido a Faustino o a mí. Es una confirmación más de que va a ocurrir algo muy grave. De nuevo un terremoto más en día 11 (Colombia 11/1/2010, Chile, 11/3/2010, Granada 11/4/2010, Chile 11/2/2011, Japón 11/3/2011, Lorca 11/5/2011). Debería tener una expliación geológica, pero yo no la encuentro. En el vídeo de al lado, el tal Rolando ha hecho unas recomendaciones de qué tenemos que hacer y cómo tenemos que prepararnos. Incluso Faustino está empezando a caer en la credulidad.

Leli sigue sin recordar nada de la semana que estuvo desaparecida, pero los lapsos de ausencia no desaparecen. Al contrario cada vez está más taciturna. No es la misma Leli que yo conocía. Hice un viaje relámpago el martes a Salamanca para recoger el violín y algo de ropa. Sospechamos que esto va para largo y es mejor permanecer unidos. Y yo no pienso separarme de Leli por nada del mundo.

Faustino y Pedro, su asistente, han estado investigando sin resultados mientras yo me quedaba cuidando a Leli. Hemos consultado con un médico, amigo de Faustino, y dice que las marcas parecen de una neurocirujía. No sabemos qué pensar. Ellos están todo el día fuera y la tensión con Leli ha ido aumentando, porque a veces dice cosas incoherentes y se pone incluso febril.

Ayer mismo tuve que escaparme de la casa de Faustino cuando volvieron Pedro y él. Me fui a tocar a la calle. Busqué un sitio concurrido, la puerta de un hotel del centro. La verdad es que me tranquiliza estar en sitios donde hay mucha gente. Me he relajado tocando Tzigane y Bach hasta que una chica, guapa y bien vestida, me ha preguntado si estudio violín o si estoy tocando en la calle por dinero. He pensado que podría acostarme con ella si yo quisiera pero, al darle una de las tarjetas con mi mail que llevo en la funda, justo en ese momento, he sentido una náusea repetina. Diría que he salido casi corriendo, si no fuera vergonzante, dejándola con la palabra en la boca. No sé porqué le he dado la tarjeta, si no la volveré a ver. No puedo pensar en nada que no sea todo lo que está ocurriendo a Leli y al mundo.

Hoy Faustino me ha traído un portátil nuevo y una conexión usb a internet. Él también se ha agenciado el mismo equipo, siguiendo las indicaciones del vídeo de Rolando. Es de locos. Faustino está empezando a creerse todo esto. Y no es un tipo que se crea cualquier cosa. Dice que quiere localizar a hidalgocinis.

martes, 10 de mayo de 2011

Leli ha aparecido por fin

Leli está bien, ha aparecido esta noche en su casa y ahora está con nosotros.

Ha llamado a Faustino hacia las 10, hace unas seis horas aproximadamente. Decía estar en su piso y le pedía disculpas por no haber podido descubrir nada sobre los chinos, que mañana le pasaría un informe de su fracaso e incluso su dimisión si quería, que sólo le llamaba a esas horas por responsabilidad de informarle del fracaso. Faustino le ha dicho que iba para allá a buscarla y a hablar del tema, que no tenía importancia, que no se preocupara. Era evidente que algo raro sucedía con Leli.

Hemos ido los dos en su coche hasta su casa. Parecía estar bien. La he abrazado y se ha sorprendido mucho de que yo estuviera con Faustino (luego hablamos de las fotos). La hemos notado pronto como ausente a ratos, de repente estaba con nosotros y de repente se quedaba como perdida en sí misma.

Asegura que ha estado todo el puente investigando y que le parecía muy raro que los comercios estuvieran abiertos un 2 de mayo. Entonces le hemos dicho que hoy no era día 2, sino 9 de mayo. Lo último que dice recordar es la bronca de Faustino (viernes 29 de abril) y cómo ha dedicado todo el fin de semana a investigar al grupo de chinos que no se presentó para cerrar el negocio con la agencia. Dice que ayer domingo y hoy había seguido indagando, a pesar de ser fiesta. Y que esta noche, por fin, se había decidido a llamar a Faustino, derrotada. Le hemos enseñado su propio móvil: todo el día usándolo y no se ha dado cuenta de la fecha. Piensa que hoy es 2 de mayo. Tiene una laguna de una semana.

Nos hemos ido los tres a casa de Faustino. Le hemos intentado explicar que ha estado desaparecida varios días, que gracias a nuestros respectivos blogs hemos deducido que mi Leli y la Aurelia de Faustino eran la misma persona, ella, y que por eso estamos juntos aquí en Madrid, porque a ninguno de los dos nos cogía el teléfono, que la hemos estado buscando por toda la ciudad. Ella está empezando poco a poco a asimilar lo que le decíamos.

Hemos hablado también de las fotos y hemos puesto en común mi flirt con la ex de Faustino y cómo ella estuvo todo el puente pensando si debía llamarme o no para pedirme explicaciones. Hemos valorado si pueden haberla secuestrado los mismos que asaltaron la casa de Faustino, que ahora es un maldito búnker gracias a la instalación de seguridad de Pedro, el asistente de Faustino.

Hemos terminado de hablar hace un buen rato. Leli estaba terriblemente cansada (todos lo estamos) y se ha dormido en el sofá. Faustino y yo la hemos llevado en brazos a una habitación de invitados. Yo mismo la he metido en la cama. Al acercarme a darle un beso, he notado que tenía en la frente como unas pequeñas heridas, casi imperceptibles, todas equidistantes. No he podido saber qué era, pero no he querido despertarla. Faustino también las ha visto. Mañana veremos de qué se trata.

lunes, 9 de mayo de 2011

Más

Aurelia sigue sin aparecer. Faustino y yo llevamos varios días buscándola. Llegamos el viernes de madrugada a su piso en Madrid, cerca del Gregorio Marañón, y estaba cerrado. Faustino sabía que vivía por allí, pero no exactamente dónde. No es difícil conseguir que un cerrajero abra la puerta de tu casa de madrugada, aunque no sea tu casa. Dentro todo estaba en orden. Ni rastro de Aurelia, ni una nota, ni su bolso, nada.

El sábado por la mañana llamé a Agustín y le dije que no podría ir al Country este finde. Fuimos al estudio de Faustino, donde trabaja Aurelia y estuvimos buscando en su mesa. Allí estaba la documentación que él le había pasado sobre los chinos y el negocio fallido y demás. Pero parecía que no había tocado nada, que no había avanzado en lo de la investigación.

Faustino me ha explicado que habían entrado en su propia casa hace poco, algo que no me tranquiliza en absoluto. Hemos llegado a la conclusión de que alguien quería esa espada que le regalaron, alguien que sabe lo que hace, que usa tecnología de primera. Tal vez esos mismos han secuestrado a Aurelia.

Faustino me ha convencido de que no vayamos a la policía y nos hemos puesto a investigar por nuestra cuenta. Nos hemos desplazado en su coche a varios sitios más, los hoteles en los que se hospedaron los chinos. Hemos mirado por internet que en otros blogs se habla de las luces en el cielo del otro día. Hemos llegado a la conclusión de que las luces eran auroras boreales reales. Raras aquí, pero no imposibles. Pero para lo de los animales no tenemos explicación. Ya hemos tenido que esquivar a varios perros en las autovías.

Nos hemos instalado en su casa, creando una especie de centro de operaciones. No hemos dormido casi. A través de internet nos hemos enterado de que ha habido un accidente de avión en el Atlántico, pero no han dicho nada de nada en ninguno de los grandes canales del comunicación del mundo, como si no quisieran que se supiese. Sólo un par de notas en Twiter que no parecen fiables. No hubiéramos hecho caso, pero ahora ya no sabemos qué pensar.

También hemos estado atando cabos sobre las reuniones entre el gobierno español y el chino, y toda aquella historia de la inversión china en las cajas españolas. Todo parece oler bastante mal. Otros blogs dicen que el ejército chino secuestró un tren en el que había españoles. Tampoco se ha sabido nada.

Hemos localizado un vídeo (está al lado) de un tal Rolando. No sabemos qué relación puede tener con nosotros todavía, pero es evidente que hidalgocinis nos está interconectado, aunque él no sabe todavía cómo. Una tal Adela y un tal Braulio que ya están viviendo con hidalgocinis, parecen estar preocupados por lo de mi hermana. Faustino y yo en busca de Aurelia. Rebeca Goiri buscando al tipo del vídeo. Una chica, Blanca, diciendo que los animales se comportan raros. Otra señora con fotos de las auroras boreales. La activista aquella que hablaba del tal Parravicini ha vuelto aparecer y dice que está en Perú, que allí han pasado infinidad de cosas que no han salido en los periódicos ni en las noticias.

¿Habrá alguien más relacionado con todo esto? ¿Qué le habrá pasado a mi hermana?

viernes, 6 de mayo de 2011

Leli no contesta, Leli no aparece

Bien, intentaré ser muy breve, porque aunque hay mucho que contar, no tengo tiempo. Por partes.

Anoche le dije a Agustín que no podría ir al Country y mantuve una entrevista con Faustino (Verdaderódromo). Fuimos a cenar al Isidro. La tal Laura Gómez (que no es su verdadero nombre, claro), la que me hizo las fotos hace unos días mientras follábamos, ha resultado ser la ex de este tío. Esas fotos han llegado a su poder, porque su ex parece ser que las ha hecho para darle celos. Me ha preguntado si testificaría contra su ex para conseguir la custodia de su hija. Le he contestado que no era momento para pensar en eso.

Y no es momento sencillamente porque Faustino también es el jefe de mi hermana Leli. Y Leli ha tenido acceso a las fotos desde el jueves día 28. El mundo está empezando a dejar de sorprenderme. Lo peor, no obstante, no es esto. Lo peor es que ni su jefe ni yo podemos localizar a Leli de ninguna manera. Dice que la puso a investigar sobre una delegación comercial china que se había echado atrás en no sé qué negocio, concretamente el viernes 29, un día después de reconocerme, seguro, en las fotos. Faustino dice que ahora comprende su azoramiento, que él achacaba a cosas del trabajo, al tema de los chinos.

Mientras cenábamos, también hemos comentado lo de las luces de ayer por la mañana y me ha explicado que los pájaros están teniendo un comportamiento muy raro, y que tal vez esté relacionado. De hecho lo hemos comprobado, porque no han dejado de piar en los árboles en toda la noche. Cuando nos hemos sincerado un poco más delante de unas copas, le he contado lo del tipo de los billetes 50 euros. Dice que a él también le están pasando cosas muy extrañas. Y me ha hablado de hidalgocinis, una especie de vidente que ha conocido. A mí me suena haberlo visto pululando por los blogs, siempre con cosas increíbles. He recordado que fue él quien me dijo lo de los túneles y al día siguiente, sin saber por qué, me fui a la Cueva y me pasó lo que ya sabéis. Hemos llegado a la conclusión de que este tío es el que nos está aglutinando alrededor de su blog y de su persona. Incluso me ha dado la impresión de que Faustino sabe más de lo que me ha contado.

Por ahora lo esencial es localizar a Leli. Que haya visto las fotos me parece secundario. Hoy hace una semana que no contesta al móvil. Si no aparece iré a la policía, aunque es evidente que al jefe de mi hermana no le hará gracia por lo de la ex y la custodia. Faustino me ha dicho que a las 13 horas (dentro de un rato) me espera en el Monterrey: iremos a Madrid a buscar a Leli. Ya he llamado a Agustín y le he dicho que no cuente conmigo. Leli sigue sin contestar.

miércoles, 4 de mayo de 2011

¿¿¿HABÉIS VISTO ESAS LUCES EN EL CIELO???

JODER, ¡¡¡ALGUIEN MÁS HA VISTO ESAS LUCES EN EL CIELO!!! Estaba corriendo y he visto que ocupaban todo el cielo. Ha sido un momento, pero las he visto claramente. No tengo ni idea de lo que es, pero creo que voy a volverme loco. Voy al facebook para ver si se comenta algo de todo esto. Si alguien tiene fotos de esas luces que las cuelgue en algún sitio y avise.

¿Cómo he llegado a esta situación?

Esta mañana me he levantado temprano. Bueno, en realidad no he podido dormir en toda la noche. Después de estar horas revolcándome en la cama, me he tenido que levantar asqueado. Me he puesto un rato con el ordenador y he terminado hace un rato de leer en un blog de esos que hay a la izquierda que una tal Aurelia tiene acceso a unas fotos en las que sale un tío desnudo. Estoy empezando a acojonarme de verdad con todo lo que está pasando. Supongo que si fueran esas fotos, las que me sacó la puta en el Monterrey, Leli me habría llamado cagando leches para pedirme explicaciones, porque según el capullo del blog, las tiene desde hace días. ¿Cuántas Aurelias puede haber trabajando en una agencia de publicidad? No puede haber tantas con un hermano imbécil. No me explico cómo he llegado a esta situación.

Estoy oyendo cacharrear a Tono en la cocina. Creo que tiene clase a las 10. Ya ha vuelto de las vacaciones, pero no le he querido contar lo del tipo de ayer, ni lo de la puta de las fotos ni nada de lo demás. Lo único que me faltaba es que me tomara por loco. Tampoco se lo he contado a Ángela, aunque sé que será la primera persona a la que se lo cuente, en el momento que sepa qué es lo que tengo que contar.

Voy a ponerme las deportivas y me voy a correr un rato, a ver si me despejo. El sol ya está alto, parece que va a hacer un buen día.

martes, 3 de mayo de 2011

Me siguen pasando cosas escalofriantes

El otro día me preguntaba un pirado que debe entrar de cuando en cuando a Los pizzicati, un tal hidalgocinis, si en Salamanca había túneles y no sé que más. Le contesté que no tenía ni zorra idea. Vamos, que ni siquiera tenía que haberle contestado, porque se ve a la legua que está colgado. Pero después de lo que me ha pasado esta mañana no sé qué pensar.

Me he acordado de la Cueva de Salamanca y me he acercado a dar una vuelta, porque hacía siglos que no iba por esa parte de la ciudad. Han puesto una estatua de Torres Villaroel. Me he llevado el violín y he estado por allí cerca tocando durante un buen rato. No pasaba casi nadie. Algún turista despistado y algunos chavales a pillar costo en algún bar de la zona. Estaba a punto de marcharme cuando ha aparecido un señor trajeado, con una barba abundante y algo encanecida. Unas gafas de sol le tapaban la cara más allá de lo que puede dictar ninguna moda. Llevaba también un maletín negro. No sé de dónde coño ha salido, pero no le he visto venir. Supongo que estaría concentrado.

El tipo se ha parado a escucharme. Pensando que parecía tener pasta, me he esmerado con Bach, a ver si aflojaba. Cuando he terminado me ha aplaudido a rabiar y al felicitarme en perfecto castellano he podido advertir que tenía acento árabe. Mientras le agradecía la felicitación, se ha puesto en cuclillas, ha abierto el maletín y ha sacado un taco de billetes de 50 euros. No me lo podía creer. Luego ha cerrado el maletín y ha dejado el taco en la funda del violín. Estupefacto, no he sabido reaccionar hasta que el señor comenzado a caminar hacia la cueva.

Ha sido entonces cuando le he gritado, pero él no se ha vuelto. Sólo en ese momento me he dado cuenta del charco y del reguero de agua que iba dejando el tipo conforme caminaba. El taco estaba todavía en la funda del violín y no iba a perseguir al tipo sin recogerlo. Evidentemente mi intención era devolverle los billetes, pero cuando los he tocado he visto que estaban manchados de sangre. Del susto he tirado el taco de billetes al suelo y no sé como no he tirado también el violín. La sangre fresca estaba ahora en mis dedos.

Cuando he levantado la cabeza, juraría que le he visto meterse en la cueva, a pesar de que una valla metálica lo impide. Todavía he tardado unos minutos en reaccionar. En la catedral sonaban las campanas. Debía ser mediodía. Me he limpiado la sangre con un klínex, he guardado el violín y he salido corriendo calle arriba. El taco de billetes de 50 euros se ha quedado en el suelo.

domingo, 1 de mayo de 2011

¿Qué tarde de estas se va a acabar el mundo?

Transcribo literalmente un artículo de Pérez Reverte que leí esta mañana tomando un cruasán en un Semanal atrasado. Me ha dado qué pensar, con todo lo que me está pasando: Tzigane, el suicidio del vidente, la hijadeputa de las fotos… No me lo quito de la cabeza ni escuchando a Mozart a todas horas. ¿Qué tarde de estas se va a acabar el mundo?

La tarde en la que acabó el mundo se besaron en la ventana, enlazados el uno con el otro. La luz declinaba afuera, apagándose poco a poco: todavía era rojiza y dorada en la distancia, tras los edificios que se recortaban en ella, mientras las primeras sombras oscurecían los ángulos de calles y edificios. Abajo no había pánico, ni carreras, ni gritos de desesperación. Una multitud serena caminaba despacio por la ciudad: parejas abrazadas, niños que iban de la mano de sus padres, ancianos parados un momento en las aceras, que miraban alrededor como quien busca identificar un rostro o un recuerdo. En los semáforos destellaban intermitentes las luces color ámbar, los coches se dejaban en la calle con las puertas abiertas, y algunos de sus propietarios ni siquiera apagaban el motor antes de alejarse lentamente, sin mirar atrás.

Las últimas tiendas se vaciaban, aunque nadie encendía los rótulos luminosos ni los escaparates. No había saqueos, ni disturbios; los policías caminaban en calma, despojándose indiferentes de sus armas y sus insignias. Los bomberos no tenían nada que hacer: estaban sentados en las escaleras de sus parques y en la puerta de los garajes, ociosos junto a sus camiones cromados y rojos, sonriendo a quienes los saludaban despidiéndose. Por toda la ciudad la gente se decía adiós igual que si fuera Navidad, estrechándose amable la mano o besándose en la cara. Casi todos sonreían serenos y melancólicos, como después de una cena o una fiesta agradable. En las aceras, inmóviles pese a no llevar correa ni estar atados, algunos perros aguardaban pacientes a sus amos, lamiendo las manos de los niños que, al pasar por su lado, los acariciaban.

El edificio estaba sin gente, desiertas las escaleras y vacíos los pisos. No había otro sonido que una música antigua, como de viejo gramófono, que sonaba en algún lugar cercano y llegaba a través de la ventana. En la habitación, el televisor estaba apagado. La luz decreciente oscurecía los lomos de los libros en sus estantes hasta hacer ilegibles las letras doradas de los títulos, y apagaba el rojo intenso del vino en las grandes copas de cristal que estaban sobre la mesa. Había un cuadro en la pared: un lienzo antiguo hecho de claroscuros, del que ya no podía verse otra cosa que trazos de sombras. Todo se oscurecía lentamente, y él propuso encender una luz; pero ella movió con infinita dulzura la cabeza y le puso dos dedos en los labios, como para rogarle que no pronunciase más palabras. De manera que permanecieron callados junto a la ventana, el uno junto al otro, haciéndose compañía en la última claridad del último día.

Se estaba bien allí, pensaron. Aguardando inmóviles y tranquilos mientras veían desvanecerse mansamente todo. Jamás, hasta esa tarde, imaginaron que pudiera ser así, en aquella inusitada paz desprovista de miedo o remordimientos. Alzaron la vista al mismo tiempo para mirar arriba, sobre la ciudad. En el cielo sin nubes ni viento, cuyo color cambiaba del rojizo nacarado a un azul cada vez más oscuro, más allá de la línea de edificios y tejados que se recortaba en el horizonte de la ciudad, se deshacía la estela de condensación del último avión que había cruzado el cielo del mundo. Cuando bajaron de nuevo los ojos, la calle estaba casi vacía. Entre la última gente que se decía adiós en las aceras vieron rostros que se parecían a los de seres queridos muertos mucho tiempo atrás. Y cuando la luz decreció más y la ciudad empezó a velarse definitivamente de sombras, todavía les fue posible distinguir al extremo de la calle, a lo lejos, la rueda del kiosco de feria que seguía dando vueltas silenciosas en el parque vacío, con un niño solitario subido a uno de los caballitos.

Él abrió la boca para decir una última palabra que lo resumiese todo, pero ella volvió a ponerle los dedos sobre los labios. Luego, estrechándose contra él, lo besó por última vez. Después se apartó un poco y volvió a mirar la calle casi desierta, los últimos transeúntes alejándose despacio por las aceras. Sonaba todavía, a través de la ventana, la música apagada del viejo gramófono. A lo lejos, en el parque, los caballitos de feria seguían dando vueltas en la penumbra, aunque el niño había desaparecido. Eso fue lo único que hizo que él sintiera, por un instante, un estremecimiento de melancolía, o de incertidumbre. Ella pareció advertirlo y se enlazó de nuevo a su cintura. Entonces él movió la cabeza, resignado, mientras sonreía a las sombras que ya lo anegaban todo. Luego le pasó a ella un brazo por los hombros, estrechándola contra sí. Y de ese modo, abrazados, muy quietos y serenos, vieron extinguirse la última luz.