martes, 3 de mayo de 2011

Me siguen pasando cosas escalofriantes

El otro día me preguntaba un pirado que debe entrar de cuando en cuando a Los pizzicati, un tal hidalgocinis, si en Salamanca había túneles y no sé que más. Le contesté que no tenía ni zorra idea. Vamos, que ni siquiera tenía que haberle contestado, porque se ve a la legua que está colgado. Pero después de lo que me ha pasado esta mañana no sé qué pensar.

Me he acordado de la Cueva de Salamanca y me he acercado a dar una vuelta, porque hacía siglos que no iba por esa parte de la ciudad. Han puesto una estatua de Torres Villaroel. Me he llevado el violín y he estado por allí cerca tocando durante un buen rato. No pasaba casi nadie. Algún turista despistado y algunos chavales a pillar costo en algún bar de la zona. Estaba a punto de marcharme cuando ha aparecido un señor trajeado, con una barba abundante y algo encanecida. Unas gafas de sol le tapaban la cara más allá de lo que puede dictar ninguna moda. Llevaba también un maletín negro. No sé de dónde coño ha salido, pero no le he visto venir. Supongo que estaría concentrado.

El tipo se ha parado a escucharme. Pensando que parecía tener pasta, me he esmerado con Bach, a ver si aflojaba. Cuando he terminado me ha aplaudido a rabiar y al felicitarme en perfecto castellano he podido advertir que tenía acento árabe. Mientras le agradecía la felicitación, se ha puesto en cuclillas, ha abierto el maletín y ha sacado un taco de billetes de 50 euros. No me lo podía creer. Luego ha cerrado el maletín y ha dejado el taco en la funda del violín. Estupefacto, no he sabido reaccionar hasta que el señor comenzado a caminar hacia la cueva.

Ha sido entonces cuando le he gritado, pero él no se ha vuelto. Sólo en ese momento me he dado cuenta del charco y del reguero de agua que iba dejando el tipo conforme caminaba. El taco estaba todavía en la funda del violín y no iba a perseguir al tipo sin recogerlo. Evidentemente mi intención era devolverle los billetes, pero cuando los he tocado he visto que estaban manchados de sangre. Del susto he tirado el taco de billetes al suelo y no sé como no he tirado también el violín. La sangre fresca estaba ahora en mis dedos.

Cuando he levantado la cabeza, juraría que le he visto meterse en la cueva, a pesar de que una valla metálica lo impide. Todavía he tardado unos minutos en reaccionar. En la catedral sonaban las campanas. Debía ser mediodía. Me he limpiado la sangre con un klínex, he guardado el violín y he salido corriendo calle arriba. El taco de billetes de 50 euros se ha quedado en el suelo.

5 comentarios:

Brau dijo...

Sangre, si. Yo no dejo de verla.

andy dijo...

¿Te hace gracia esto, hijo de puta?

Blanca dijo...

Tranquilo Andy. He pensado que otro habrá venido tras de tí y se habrá llevado el fajo de billeres sin importarle la sangre.

La calle tiene siempre una sorpresa guardada.Y parece que vivimos tiempos revueltos.

Brau dijo...

No, no me hace ninguna gracia. Tranquilidad, Andy, tranquilidad. Te hará falta.

Anónimo dijo...

joder Andy me has dado un susto de muerte... -.-' no me hagas estas cosas que ando muy regular joder.