miércoles, 2 de noviembre de 2011

¡¡¡LA PROFECÍA ES FALSA, REBECA!!!

El ataque es inminente y quiero describir lo que voy viendo en este aparato pequeño y luminoso que me ha dejado Joao. Los Hijos del Caos son ahora el Ejército del Caos y, quizá llamados por nuestras historias a través de la red, están llegando esclavos fugados, campesinos escondidos y gente en definitiva que quiere jugarse el todo por el todo a una última carta.
Llevamos dos días preparando los pertrechos para la guerra mientras nuestros exploradores matan o son muertos por los exporadores de Berlín. O del fortaleza que se ha comido la mitad de Berlín. Los que han vuelto para contarlo dicen que los edificios parecen mordidos por gitantes y que las murallas que se han levantado en el centro son como un monstruo hecho por trozos enorme de acerco, de placas de cemento y de piedra compuestos y ensamblados perfectamente hasta que... sí, hasta que en la distancia parece incuso algo bello.
Hemos establecido un campamento base. Sé que Blanca ha reunido su ejército pero nos es desconocida su ubicación. Están lejos de nosotros porque se ha llevado a los demonios que teníamos encadenados y muchos otros demonios se han unido a su dragón desde las cuevas en las que estaban escondidos. Nuestros caballos no resisten su presencia.
Nosotros tampoco.
Por último está el grupo de élite, el de Rebeca, que va a acceder al templo de Pabrich, el que tiene tantos nombres, a través de un túnel que se supone debe servir de fuga para el Rey en caso de que nuestro ataque suicida tenga éxito. Este grupo de élite se coordinará de modo que lo mejor de la mano vacía y los últimos héroes con Nuiz poderoso puedan llegar desde distintos flancos al corazón de la fortaleza de Berlín intentando que el Rey huya por el túnel y que, en caso de que no lo consigan, Rebeca, Rolando y unos cuantos elegidos (me temo que Loa), entren por el túnel para hacer el sacrificio que todos tememos desde que se dijo la profecía. Rolando debe morir, ser la puerta para expulsar al Rey como si se tratase de un exorcismo, Rolando, el Azul que vino del infierno...
...
Ha sido impresionante la arenga de Rodrigo. Me quedo en el campamento base convencido de mi misión de proteger a Joao y su equipo de comunicaciones vía satélite, pero mi corazón está con Rodrigo y los que acaban de correr hacia la muerte, hacia los muros de la nueva y terrible Berlín.
Se plantó montado a caballo, rodeado de su escolta de hombres muertos, frente al Ejército del Caos, frente a sus rifles y mazas y espadas, y entonces se dirigió a cada uno de esos hombre juramentados que provocaron en un momento de necesidad la muerte de su hija y de su esposa, de mi ahijada y de mi amante, y besó sus manos una por una.
- Aquí al final de nuestro camino, sois hombres libres. Os devuelvo vuestras almas - dijo.
Pero ellos no respondieron nada.
Entonces se bajó de caballo y clavó a Espiga de Arroz en el suelo firme, mirándola con desprecio y gritó:
- ¡Cuánta muerte has provocado y cuánta más vas a provocar en el día de hoy!
Luego miró al ejército, alzó una mano como si pidiese una limosna y la giró y señaló con el dedo hacia la fortaleza contra la que debían de estrellar sus cuerpos en pocos minutos, contra la horda de muertos vivientes y el ejército bien pertrechado de fieles y los dragones que la sobrevuelan y dijo, ha dicho hace pocos minutos:
- Hay un solo hombre, un solo bastardo que ha puesto el mundo de rodillas y ha matado a nuestras madres y nuestras hijas, nuestros hermanos y nuestros amigos. ¡Y él está ahí! ¡Ayudadme a encontrarlo! ¡Ayudadme a matarlo!
Se puso de rodillas.
- Y os prometo que no me importa una mierda si toda la esperanza de la humanidad está entre nuestras filas y nos extinguimos en una última batalla. ¡Os prometo que tacharía el nombre de nuestra especie lleno de orgullo si llego hasta la cabeza de ese bastardo y puedo clavarla en una pica! Por los mios, por los vuestros, porque la venganza es el único valor humano que no nos ha sido arrebatado en estos tiempos de tormento y penuria. No somos ciervos que huyen y se desperdigan cuando vienen los lobos esperando que se sacien con los más débiles. ¡No somos lobos que ponen el cuello frente al lobo más fuerte! ¡Somos hombres! ¡Somos hombre y esta escrito en nuestra sangre y en la Historia que en el día de hoy vamos a morir matando!
Entonces gritó y se montó en su caballo y el Ejército entero del Caos comenzó a murmurar con orgullo, henchida su sed de sangre, y dejaron de murmurar para gritar y arrear a sus caballos y a sus piernas y a gritar mientras corrían y galopaban todos con sangre en el ojo hacia los muros de Berlín...
...
Escribo este mensaje a toda prisa porque tengo que partir hacia la batalla para llevar el mensaje más importante que nunca ha llevado un artista, un profeta o una simple paloma mensajera. Sé que Rodrigo y el Ejército ya está peleando, sé que Blanca está midiendo su vuelo y su poder con el vuelo de los drágones y que el grupo de Rebeca y Rolando se adentra en la tierra para acabar con Pabrich.
Rebeca, si lees eso a tiempo, no mates a Rolando, la profecía era falsa.
Se supone que si león rugiente tomaba el mando del ejército (Rodrigo), el cachorro enloquecido recuperaría el control o el equilibirio... (Joao) no lo recuerdo bien. Bien, pues Joao se ha vuelto completamente loco. Acabo de abandonar su tienda de campaña, donde estaba mirando emocionado un montón de monitores en los que sólo había electricidad estática. Mira a uno y a otro y tomaba notas, reía como un niño viendo una película, comiendo grandes cantidades de chocolate. Cuando me he acercado a hablar con él he visto que tenía los muslos y los antebrazos llenos de finísimos cortes.
Entonces he salido a escribi este mensaje, ensillar un caballo e intentar detener el sacrificio de Rolando, que será en vano, porque la profecía de la sombra es falsa, y que eliminará cualquier posibilidad de vencer a Pabrich.
Sólo espero llegar a tiempo.

jueves, 27 de octubre de 2011

La batalla de la mina

Es muy frío para mí escribir cuando aún tengo la muerte de mi amigo Hidalgo agarrada al corazón, pero tenemos que seguir adelante, con todo, como siempre.
Rodrigo conservó la espada como le pedí, por supuesto. Espiga de arroz está en su vaina y su vaina parece ahora el féretro de un vampiro, que no sabemos nunca si se abrirá por sí solo.
Nos dejaron velar el cuerpo de nuestro amigo a solas, los hombres muertos de Rodrigo, Rodrigo, Adela y yo. Adela estaba en el suelo, aturdida, oyendo en cabeza y en su alma los lamentos de Brau que, al parecer, se mostraba arrepentido por no haber podido doblegar a la sombra, por haber permitido ese sacrificio. Adela a veces se acariciaba los hombros o el pelo, aunque supongo que estaba intentando consolarlo a él.
Rodrigo se tragaba un suspiro de vez en cuando y me miraba. En sus ojos vi que había tenido demasiada muerte y dolor para llorar, pero que hubiese llorado hace sólo unos meses de haber perdido a tan magnífico amigo. Sucede algo extraño, porque dice que nota a Lucrecia y a Lorena muy cerca desde hace un par de días. Creo que algo de la delicadeza de sus dos grandes amores debió colarse en su corazón porque, cuando eché la última palada de tierra (no he dejado que nadie me ayude), me dijo: "Nunca tuvo paz en su vida. Pobre chico. Y, ¿qué hicimos por él, sino empujarlo y empujarlo a que nos salvara? ¿Qué haremos por él ahora?".
La respuesta aún flota entre nosotros, indecisa.
No dijimos una palabra más y luego nos dirigimos al campamento para hablar con Joao. Esta vez no hubo reuniones secretas. Joao dijo que el oráculo había hablado con claridad y que era claro que él no representaba al león. Dijo que nos ayudaría en lo que pudiera controlando los satélites.
Rodrigo le dio un fuerte abrazo por su sabio decisión. Luego se subió a un carromato, en un cultivo de azafrán, y allí se dirigió a los varios miles que nos rodeaban. Creo que hasta los demonios que llevamos secuestrados le prestaban atención.
- Vamos a la mina a rescatar a nuestra gente - dijo - ¿Quién se viene con nosotros?
Todo el que tenía un arma en la mano la levantó y todo el que tenía una garganta emitió un grito de guerra. Aquí no puedo probarlo, pero creo que también gritó alguno de los demonios, aunque quizá tan sólo enardecido por el olor a sangre valiente.
Al anochecer nos pusimos en camino guiados por la magia aérea y tecnológica de Joao y llegamos al lugar que nos habían indicado nuestros rastreadores antes del amanecer.
No puedo decir que estuviésemos cansados. Para mí el camino fue como un sueño que se elonga y se retrasa y gira sobre sí mismo.
Llegamos al lugar, como he dicho, donde los zombies seguían trabajando sin descanso muy adentro ya de la tierra. Muy al contrario de detenernos para acordar una táctica, Rodrigo se irguió sobre los estribos de su fiel caballo y le agarró el cuello para hablarle, como si quisiera convencerle de algo. El caballo relinchó y Rodrigo desenvainó a Espiga de Arroz y entonces todos pudimos ver que en la noche se iluminaba por una especie de vaho gris y fantasmal.
- ¡LIMPIAD LA MINA! - gritó.
Y otras voces, incluyendo la mía, se unieron al grito: "¡Limpiad la mina!".
Rodrigo se adelantó demasiadoo a nosotros de modo que nisiquiera su guardia personal pudo seguirle. Era como si la espada, la misma que contenía a un oráculo hambriento, aquella que llevaba en su cuenta el corazón de Hidalgo Cinis, espolease con la misma fuerza a jinete y corcel.
Y quizá por esa magia pude ver como no sólo los ociosos soldados del dragón, sino incluso los muertos vivientes se giraban al unísono hacia él avisados de la embestida.
Rodrigo cargó con tanta fuerza que no tuvo que usar la espada hasta estar casi el pie de la mina, rodeado completamente de cadáveres, muy lejos de las diestras manos de los soldados. Sus hombres llegaron pronto hasta él, y yo con ellos, para ver como los golpes de Espiga de Arroz destrozaban a los zombies casi tan sólo por esl silbido de su filo.
Los soldados del dragón estaban aún pertrechándose cuando el grueso del ejército de los Hijos del Caos descendiño sobre ellos provenientes de la colina.
Unos brazos muertos me agarraron y me tiraron de mi montura y esta vez no vino nadie a rescatarme. Usé las piernas para patearlos y las manos para levantarme y saqué mi espada corta y grité como un guerrero, solo y descabalgado, loco y enfurecido, y recordé aquella vez que cargamos en Tarifa y en que Hidalgo estaba vivo (y tanta gente que aún estaba viva), y creo que lloré mientras devolvía a los cadáveres a su fría tumba.
Había pasado el amanecer cuando un hombre anónimo gritó: "¡El día es nuestro!" Como se había hecho antaño. Efectivamente, los zombies se arrastraban sobre sus propios miembros amputados y los pocos supervivientes del ejército del dragón hacía ya tiempo que habían huído entre las sombras.
Se me ha permitido descansar un poco, dicen que por mi heroísmo. Que ridiculo. No sé qué podría hacer porque no tengo sueño.
Tengo pena.
Estoy cubierto de sangre pero no quiero lavarme. Estoy rendido pero ni quiero tumbarme.
Quiero a mi amigo, mierda, quiero que mi amigo vuelva a la vida...

martes, 25 de octubre de 2011

LO HA HECHO...

Me acerqué preocupado al ver cómo estaba mirando la espada. Como ya dije estaba sentado apoyado en una roca con sus piernas muertas extendidas como se sientan los niños.
Me dijo: "¿No tocarías algo de música para espantar el ruído?"
Y es que Rodrigo y Joao seguían discutiendo por el asunto del orden y el caos, el valor o la locura de los cervatillos huyendo.
Me volví a coger mi violín, aunque la preocupación no se me iba y sentí que comenzaba a sudar al perderlo de vista. Cuando llegué de nuevo hasta él seguía esperando, sonriente.
Comencé a tocar a petición suya un pasaje de la cuatro estaciones.
Cerró los ojos como si fuese él quien tocase. Hizo el gesto con la espada como si ésta tuviese cuerdas. Luego abrió los ojos y me dijo: "¿No crees que habría que saber la verdad?".
No me dio tiempo a responder. Sus brazos fuertes, acostumbrados a bregar con todo su peso, con las ruedas y los impulsos, se revolvieron como dos látigos expertos girando la espada y luego se encogieron como pistones. Se atravesó la barriga en sentido ascendente con tanta fuerza que oí el golpe con la piedra.
El violín se cayó de mis manos y grité su nombre. Corrí hacia él y un par de los hombres muertos de Rodrigo me vieron y acudieron a la caseta de la plana mayor del reino del caos para avisar.
Cogí el cuerpo de Hidalgo antes que terminase de caer al suelo pero fue inútil. La sombra tenía su sangre y por un minuto tuvo el control de la muñeca rota en que mi amigo se había transformado. Se irguió con buen talante, los ojos grises como el humo y la boca abierta y lacia como la fatiga.
Oí pasos que se acercaban mientras yo me alejaba prudentemente unos metros, mas con lágrimas en mis ojos. Lágrimas de pena, de furio y lágrimas de nuevo por la impresión ante lo sobrenatural.
La sombra que había tomado el cuerpo de Hidalgo habló, y espiga de arroz vibró sus palabras como un megáfono acerado.
"EL AZUL QUE HA VENIDO DEL INFIERNO DEBE MORIR PARA SER LA PUERTA Y QUE EL ROJO VUELVE AL INFIERNO".
Rodrigo llegó a mi lado. Su rostro estaba tan congelado como la roca. La sombra lo miró a través de los ojos de Hidalgo como si disfrutase por habernoslo arrebatado. Rodrigo me sacudió el hombro y me grito: "¡Apúntalo todo!"
Corrí a por el ordenador y en mi carrera tuve que oír la segunda predicción.
"LOS DIFUNTOS LUCHARÁN Y GANARÁN, PERO TENDRÁN QUE IRSE. LOS MUERTOS LUCHARÁN Y PERDERAN, PERO SE QUEDARÁN PARA SIEMPRE".
Joau llegó junto a Rodrigo a tiempo para oír.
"EL LEÓN IRACUNDO TOMARÁ EL PODER PARA QUE EL CORDERO ENLOQUECIDO NO LO PIERDA NUNCA MÁS".
Se miraron un sólo segundo, entendiendo.
Entonces Hidalgo cayó muerto por fin al suelo. Antes Rodrigo se movió con ímpetu y recuperó su espada, giró para romperla contra la roca pero yo grité: ¡NOOOOO!
Se detuvo y me miró. Le dije: "Si yo he aguantado escribiendo tu aguantarás matando".
Así pasó.

lunes, 24 de octubre de 2011

tensión

No sabemos qué hacer.
Creemos haber localizado el lugar desde el que Rebeca envió su último mensaje. Hay unos 200 soldados apostados fuera, que pueden haber sido avisados por los propios perpretadores de la trampa o por el pequeño contingente que dejamos escapar.
No son muchos, pero hay como 100 muertos vivientes haciendo labores de desescombro de la entrada volada por loa. Se escuchan sus lamentos de esfuerzo desde cientos de metros. Nuestros rastreadores dicen que algunos pierden sus miembros mientras arrastran las piedras.
Rodrigo está discutiendo con Joao en estos momentos. Joao parece insistir en que se supone que debemos atacar al contingente para liberar a Rebeca y que, precisamente por eso, no debemos hacerlo. Fuera de la caseta donde discuten hay una guardia de 5 tipos bastante fuertes de su guardia personal, que han obligado a Rodrigo a entrar sin su espada espiga de arroz.
Pero los hombres muertos de Rodrigo anda cerca atentos a cualquier cosa. Los Hijos del Caos están bastante divididos, porque supongo que muchos están hartos precisamente de tanto Caos y tantas gilipollecess. Le he dejado un momento la espada a Hidalgo, que está sentado tranquilamente apoyado en una roca mientras escribo estas palabras.
Creo que voy a dejaros.
No me gusta cómo está mirando la espada...

sábado, 22 de octubre de 2011

El león rumiando maldiciones

Rodrigo está paseando a un lado y a otro de esta pequeña colina rumiando maldiciones mientras yo escribo. Sabemos que todo lo que escribamos a partir de ahora va directamente a la cúpula de mando de los Hijos del Caos (sí, el caos tiene cúpula de mando), por el simple hecho de que su jefe, su líder, o como queráis llamarlo, es el joven genio que mantiene y ha mantenido todo este tiempo un sistema seguro de satélites para nosotros.
Aún no sabemos cómo se ha separado de los chicos del Nuiz ni que relación le sigue uniendo a ellos. Quizá todo este asunto del ejército nómada ha sido organizado por voluntades superiores para proteger su persona.
Se llama Joao, es brasileño y no debe llegar a los 30, quizá ni a los 25. A pesar de ser brasileño no le notas ningún acento. Está hablando contigo mientras está controlando varios programas informáticos a la vez que se detiene a dar un par de órdenes. Fijaos que yo lo había visto antes un par de veces por casualidad y pensé que era autista.
¿Cómo hemos sido llevados en presencia de Joao, el verdadero líder de los Hijos del Caos, a pesar de que su identidad es un secreto celosamente guardado? Muy fácil: Rodrigo estaba empezando a estar hasta los cojones.
Ayer nos tropezamos con una grupo de 20 soldados del ejército del dragón que llevaban a pie una partida de 50 esclavos. Iban bastante bien pertrechados, con rifles, protecciones de policía antidisturbios pintadas de rojo spray (aunque debajo de esa pintura creo que algunos llevan armaduras medievales de verdad), hachas o espadas. Y llevaban caballos.
Pero nosotros somos así como 5 mil que además, si me lo preguntas, dejamos un estupendo olor a jabón allá por donde vamos. También tenemos rifles y caballos y hachas. Estamos bien alimentados porque cazamos y llevamos pescado en salazón o en adobo y tenemos 14 carretas enormes llenas de tierras en las que transportamos cultivos de especias para conservar toda la comida que recogemos por el camino.
Y tenemos unos 30 bankeets atados con cadenas, por cierto, a los que alimentamos con carne fresca de jabalí o de conejo, cosa que no sé si les produce más malestar a ellos o a nosotros.
Esos 20 dragones parecían volver del otro extremo del mundo y tenían esa mirada del que está a punto de vomitar toda la sangre que sus manos han derramado.
Recibimos orden de saludarlos mientras pasaban. ¿Objetivo? Ni puta idea. Eso fue demasiado para Rodrigo. Esos esclavos iban a pasar por delante de nuestras narices sin que hiciéramos nada. Rodrigo bajo a caballo sin permiso y sin apoyo y, por supuesto, sus hombres muertos le siguieron. Y, por supuesto, yo los seguía ellos.
Entonces me di cuenta, al ir el último, de que otros cien hombres se habían animado y bajaban al galope hacia el valle terroso en que estaban los dragones.
Estos comenzaron a huir después de unos segundos de confusión, primero intentando arrastrar a los esclavos y luego dejándolos por el camino para poder ir más rápidos.
A la hora Rodrigo fue llamado en presencia de Joao. Hubo gritos. Rodrigo salió de allí enfurecido y tardó un buen rato en contarme cualquier cosa que hubiese podido discutir.
Me he dado cuenta de que muchos hombres miran a Rodrigo con respeto y no sé si eso o convierte en un hombre más peligroso o más cercano a la tumba. Y por supuesto a sus hombres muertos. Y por supuesto a mí.
Hidalgo está sentado bastante cerca de mí en esta colina. Hay algo demasiado alegre y decidido en su mirada, como el bienestar que da la fiebre. Hace un rato me ha preguntado, no sé por qué, si recuerdo a Déborah, aquella amiga nuestra que murió en Perú buscando la verdad. Lo cierto es que yo también he pensado en ella últimamente. Y en la madre de Rosario. No sé… como si fuera tiempo para rendir justos homenajes.
¿Podemos ser cobardes en honor a estos difuntos?
Sabemos que precisamente Joao va a leer estas palabras seguro. Pero Rodrigo me ha pedido que las escriba de todas maneras porque quiera que las leáis vosotros.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Imágenes de paz y música de fondo.

Hay suficientes historias de matanzas y peligros en estos tiempos para enterrar toda la belleza que quede en nuestros recuerdos... y no voy a permitirlo.
Tenemos a varios heridos y dos hombres enfermos, así que estamos descansado en un conjunto de cabañas, como un pequeño poblado (parecen autocaravanas acampando en el bosque, pero no lo son, son casas). Hace un par de semanas los... ayudamos. Tienen algunos antibióticos guardados en una caja fuerte pero los hombres no quieren tomarlos. Quieren que se guarden para los niños. Al fin y al cabo, son hombres muertos.
Yo tengo una par de rozonazos, en el cuello y la cara, un par de balas que querían bailar conmigo. Se van curando y me dan carácter. Además, no me estorban para el violín.
Toco el violín todo el rato y uno de los hombres toca la guitarra muy bien.
Es una vida normal, una vida incluso bella. Pero se nota en los ojos de esta buena gente que la consideran una vida provisional, que puede ir a mejor o a peor, pero que no seguirá siendo así.
No lo entiendo. Es una vida perfecta.
En un par de días nos vamos.
Me preocupa que Hidaglo y Brau llevan tantos días sin dar señales de vida. Rodrigo no ha dicho nada, pero creo que quiere organizar una partida para buscarlos.
Aunque no será hoy, ni mañana.
Voy a tocar música para esta gente y para estos árboles.

miércoles, 24 de agosto de 2011

En la montaña.

En esta región del mundo ganamos la batalla, pero como en todas las batallas, el enemigo vencido huye, se esconde e intenta sobrevivir. Y es muy peligroso, sobre todo para las pequeñas poblaciones o los refugios alejados de otros refugios.
Hay gente que quizá piense que se ha librado del verdadero peligro y que viva ajena a la posibilidad de que una pandilla de bankeets renegados pueda entrar en su cortijo y exterminarlos.
Me he unido al grupo de Rodrigo y comienzo a defenderme bien con las armas de precisión, arco o lanza. Finalmente, parece que estamos juntos como el olor y la carne muerta. Él no habla mucho, pero yo tampoco. Muchos lo odian por romper nuestro elemento sorpresa justo antes de la batalla, pero lo cierto es que ganamos la batalla. ¿Y si realmente consiguió infundir tal miedo al enemigo que hizo que algunos huyeran, o que aquella cosa, aquella Araña, se pusiese tan nerviosa que cometiera errores?
Quedan aún cinco de su ejécito de hombres muertos y ellos también le siguen como el olor a la carne muerta.
Nos acercamos a una garganta natural a la que nos lleva un rastro.
Aunque sean más que nosotros, sé que atacaremos.