martes, 25 de octubre de 2011

LO HA HECHO...

Me acerqué preocupado al ver cómo estaba mirando la espada. Como ya dije estaba sentado apoyado en una roca con sus piernas muertas extendidas como se sientan los niños.
Me dijo: "¿No tocarías algo de música para espantar el ruído?"
Y es que Rodrigo y Joao seguían discutiendo por el asunto del orden y el caos, el valor o la locura de los cervatillos huyendo.
Me volví a coger mi violín, aunque la preocupación no se me iba y sentí que comenzaba a sudar al perderlo de vista. Cuando llegué de nuevo hasta él seguía esperando, sonriente.
Comencé a tocar a petición suya un pasaje de la cuatro estaciones.
Cerró los ojos como si fuese él quien tocase. Hizo el gesto con la espada como si ésta tuviese cuerdas. Luego abrió los ojos y me dijo: "¿No crees que habría que saber la verdad?".
No me dio tiempo a responder. Sus brazos fuertes, acostumbrados a bregar con todo su peso, con las ruedas y los impulsos, se revolvieron como dos látigos expertos girando la espada y luego se encogieron como pistones. Se atravesó la barriga en sentido ascendente con tanta fuerza que oí el golpe con la piedra.
El violín se cayó de mis manos y grité su nombre. Corrí hacia él y un par de los hombres muertos de Rodrigo me vieron y acudieron a la caseta de la plana mayor del reino del caos para avisar.
Cogí el cuerpo de Hidalgo antes que terminase de caer al suelo pero fue inútil. La sombra tenía su sangre y por un minuto tuvo el control de la muñeca rota en que mi amigo se había transformado. Se irguió con buen talante, los ojos grises como el humo y la boca abierta y lacia como la fatiga.
Oí pasos que se acercaban mientras yo me alejaba prudentemente unos metros, mas con lágrimas en mis ojos. Lágrimas de pena, de furio y lágrimas de nuevo por la impresión ante lo sobrenatural.
La sombra que había tomado el cuerpo de Hidalgo habló, y espiga de arroz vibró sus palabras como un megáfono acerado.
"EL AZUL QUE HA VENIDO DEL INFIERNO DEBE MORIR PARA SER LA PUERTA Y QUE EL ROJO VUELVE AL INFIERNO".
Rodrigo llegó a mi lado. Su rostro estaba tan congelado como la roca. La sombra lo miró a través de los ojos de Hidalgo como si disfrutase por habernoslo arrebatado. Rodrigo me sacudió el hombro y me grito: "¡Apúntalo todo!"
Corrí a por el ordenador y en mi carrera tuve que oír la segunda predicción.
"LOS DIFUNTOS LUCHARÁN Y GANARÁN, PERO TENDRÁN QUE IRSE. LOS MUERTOS LUCHARÁN Y PERDERAN, PERO SE QUEDARÁN PARA SIEMPRE".
Joau llegó junto a Rodrigo a tiempo para oír.
"EL LEÓN IRACUNDO TOMARÁ EL PODER PARA QUE EL CORDERO ENLOQUECIDO NO LO PIERDA NUNCA MÁS".
Se miraron un sólo segundo, entendiendo.
Entonces Hidalgo cayó muerto por fin al suelo. Antes Rodrigo se movió con ímpetu y recuperó su espada, giró para romperla contra la roca pero yo grité: ¡NOOOOO!
Se detuvo y me miró. Le dije: "Si yo he aguantado escribiendo tu aguantarás matando".
Así pasó.

No hay comentarios: