sábado, 18 de junio de 2011

¿UN EJÉRCITO?

Hoy han sucedido dos cosas muy impactantes.
La primera es que hemos sobrevivido al ataque de una puta voladora que quería llevarse a Claudia. Resultado: nosotros 1 - putas voladoras 0.
Lo segundo ha sucedido cuando llegamos a un centro comercial de estos enormes, como pequeñas ciudades, que están en tierra de nadie.
Supongo que muchos os habéis dado cuenta de que la gente aún no sabe a qué atenerse. Puedes ver a un chico en una gasolinera intentar parar a un coche que se ha ido sin pagar, un chico que seguramente no ha sido reemplazado de su puesto en los últimos tres días y que no tiene noticias de sus jefes. Puedes ver a un camionero dando vueltas y más vueltas a una rotonda como si cualquier salida fuese la peor.
En este centro comercial lo primero que nos llamó la atención fue un guardia de seguridad en uno de esos minocoches que ni siquiera tienen puertas, rondando como si fuese a detener a alguien. Había gente llevándose cosas como televisores o paquetes enormes de cereales y el de seguridad los miraba reprobadoramente y creo que se estaba pensando si sacar el arma. No nos dijo ni mu.
Entramos para coger algunas cosas y llevarnos unos carros de la compra que nos puedan servir por el camino. Hace un par de días que hemos decidido no depender de la gasolina y no llevar nada que no podamos arrastrar nosotros mismos.
Bien, el centro comercial es tan grande que tiene restaurantes e incluso un gimnasio con piscina cubierta y campos de tenis. Había un tipo en la entrada que hacía todo el rato palomitas y las daba gratis. A cualquier que se acercase le comentaba que había perdido a su familia y me dio la impresión de que era demasiado tímido para atreverse a pedir que lo acogiéramos.
Luego nos dimos cuenta que distintos grupos, o personas solas, se acercaban a un mismo punto. Había una reunión en el gimnasio. Todos los que se acercaban parecían de algún modo deportistas, por su planta física, por sus ropas o por su mirada, aunque había una docena de niños no mayores de catorce años y cuatro o cinco tipos de más de sesenta.
Parecían haber sido convocados por uno que luego supimos que se llamaba Lucas. Lucas llevaba ropa de karate, pero no era el único. La gente estaba sentada en el dojo, en sillas, en una pequeña grada para asistir a competiciones. Los había con espadas de madera sobresaliendo de sus maletas de deporte, con palos largos e incluso vi un par de arcos.
Lucas hablaba del honor, basicamente. Hablaba de la responsabilidad.
Todos tuvimos la impresión de que se estaba organizando un pequeño ejército de luchadores, karatekas, boxeadores, esgrimistas.
Me pareció... impresionante, como ya he dicho.
El Gobierno no existe desde hace días. El ejército aún no se han enterado de que las armas de fuego no sirve para una mierda.
Y un puñado de deportistas se ha reunido para montar una guerrilla con las artes más antiguas que el hombre ha desarrollado con el objeto de matar o defenderse.
Esta noche hemos decididos quedarnos en el centro comercial, con esta gente, a ver qué sucede. Algunos nos han pedido usar el ordenador para poner al día sus propios blogs o consultar sus correos. Aprovechamos para recargar las decenas de baterías de repuesto que llevamos encima y ducharnos en el gimnasio.
Mañana es posible que formemos parte de algo mayor... o que sigamos en el camino.

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