Ahora que he conseguido tranquilizarme un poco voy a escribir lo que ha sucedido todos estos días.
Nos liberaron el sábado. Desde el sábado hasta ahora, os resumo: hemos buscado un refugio. Nos hemos lamido las heridas. Hemos intentado comunicarnos a través de vuestros blogs pero no hemos podido leer siquiera los vuestros, ni acceder a internet. Hemos recibido la visita de Saúl, que nos ha dado un par de modems usb especiales para que pudiéramos seguir conectados con la realidad, y para seguir conectando la realidad con nosotros.
Estamos juntos Nofaustino, su hijo y su mujer-exmujer-miamante, mi hermano y yo. Por el momento.
Antes del sábado:
Hemos estado retenidos-secuestrados en la embajada china durante todo este tiempo. ¿Por qué? Porque estaban sucediendo cosas demasiado importantes en las que podríamos interferir, y porque los propios chinos ya no se fiaban ni de sus hombres más fiables. Creo que nunca en mi vida he estado tanto tiempo sin música.
No nos han tratado mal, me refiero a las necesidades básica de comfort, pero no nos dirigía la palabra ni el aire acodicionado, que era orientalmente silencioso.
Por otra parte, hemos tenido tiempo para relativizar bastante nuestros problemas. ¿Sabéis esas películas en las que encierran a un grupo de personas y comienzan a tensarse y va saliendo lo peor de cada uno? Bueno, eso no es lo que nos ha pasado a nosotros. Aunque parezca raro, y debo decir que, en gran parte, gracias a mí, hemos aprendido a reirnos de todo. Creo que la falta absoluta de responsabilidades y de capacidad de acción le han sentado bastante bien a Nofaustino (va a ser un buen nombre de superheroe, ya vereis por qué). Creo que ha rejuvenecido 10 años y, por otra parte, ahora se muestra más concentrado pero menos ceñudo... como más alerta. Su hija le obedece sólo con una mirada o un gesto, y su exmujer... bueno, creo que ahora lo ve como a un macho alfa. Mi hermana lo pasó peor. Temía tanto que volvieran a sonsacarle información con métodos cercanos a la tortura como que a mí se me fuese el filete y aprovechase cuando nos traían comida para arrancarle el brazo a un guardia por venganza. Mi hermano nunca sabe cuándo soy un bocazas y cuando no; eso siempre ha sido lo más divertido entre nosotros.
No divgo más. El sábado engtró un hombre en nuestra celda común que era una mezcla de macrohabitación del Ritz y sala de operaciones. Se llama Zao Lao Thun. Nos dijo que lamentaba mucho nuestro encierro pero que fue por un bien común. Un bien que resultó ser un engaño. Nos dijo que muchos paises se habían coordinado hace décadas en un proyecto para equilibrar la Tierra y evitar los desastres naturales y que ese proyecto había culminado con la puesta en marcha de la puta central energética (que aún no sé de qué tipo) en Perú. Y que una vez que eso sucedió, tuvieron esperanza al ver los síntomas en el cielo, las auroras boreales, el mundo, quizá, haciéndose estable. Pero luego llegó el terremoto de Lorca y supieron que habían sido engañados. Algunos lo supieron y otros ya lo sabían. Al parecer, estos Gobiernos tienen infiltrados a tipos, o lo que parecen tipos, que obraban sabiendo que este plan sólo serviría como una especia de invocación demoniaca.
Nofaustino se tomó la broma un poco peor que yo, la verdad. A pesar de cómo le estabamos increpando, el chino nos dió una tarjeta con un teléfono seguro y nos dijo que él no podía volver a su pais y que estaría cerca contactando con los que habían sido sus enemigos hasta hacía poco.
Y nos echó de allí.
Bueno, debo decir que Nofaustino se volvió y permaneció en la puerta mucho rato, mirando a la cámara de seguridad. Comenzó a darnos miedo.
Sólo queria su espada.
Estó pasó el sábado. A día de hoy nos dimos cuenta de lo que está pasando en el mundo y de que el chino no estaba de broma, así que... ¡eeeeh! ¡Estamos aquí de nuevo!
Y tenemos un cabreo de cojones.
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