En el arroyo del Rey, a poca distancia al Norte de Santa Elena, cayendo desde la carretera que cruza Despeñaperros, hay una tumba cubierta de piedras chatas y redondas, piedras de río que han visto pasar los siglos y quizá los milenios.
Pintados sobre algunas de estas piedras grandes ahora se pueden leer estos nombres: SALVADOR CARLOS FRANCISCA LUCRECIA... LORENA
Al pie de esta tumba y aún siendo de noche y a pesar del cansancio y del dolor, un músico sin su violín se atrevió a entonar un Ave María que fue transportado tímidamente por el viento y por las montañas.
Y no sé si la música se ha acabado dentro de mí.
Que la tierra os sea leve.
Estamos en Santa Elena y todo el mundo actua como si no hubiese pasado nada, porque todo está por venir.
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