domingo, 26 de junio de 2011

POCO TIEMPO PARA ESCRIBIR

Pues sí, estaban montando un ejército, la Guardia del Chi, lo llaman.
No sé si tienen o no tienen el Nuiz del que hablan en otros blogs... pero se le parece bastante. Hay al menos tres maestros que, por lo que he visto, te pueden dar un puñetazo sin llegar a tocarte. Es el Chi. Son unos 400 artistas marciales de entre 14 y 60 años. Algunos han tenido que renunciar al juramento de la mano vacía; otros de todos modos ya entrenaban con naginata, espada o nunchakus. Es... sigo estando impresionado.
Estamos con ellos y están enseñando a Nofaustino a manejar su espada que, al parecer, es como el puto ferrari de las espadas. Espiga de arroz. Parece que canta cuando la mueven rápido.
Ayer por la tarde decidimos en asamblea abandonar el centro comercial. Hay gente que ha preparado comida para viaje, llevamos cosas para filtrar agua; joder, hemos saqueado el maldito Capitán Tapioca. Claudia y los otros se sienten un poco fuera de lugar. No ayudo mucho que Nofaustino dijera que todo ejército que se precie lleva un séquito de pajes y prostitutas. Lo decía por su ex, claro está.
Nofaustino parece cada vez menos interesado en escribir y, de hecho, ahoro mismo yo cargo con los dos portátiles, las baterías y mi violín. Él va con la espada hablando con los líderes y dándose aires.
Pues hemos decidido en comité abandonar el centro comercial por la simple lógica de que es un sitio tranquilo en el que, seguramente, no hacemos falta.
Como decía, se trata de un ejército de gente que, dede pequeña, soñaba con ser Bruce Lee, Batman o Morfeo en Matrix. Así que no creo que nos escondamos de los problemas.
Me temo que vamos a por ellos.

sábado, 18 de junio de 2011

¿UN EJÉRCITO?

Hoy han sucedido dos cosas muy impactantes.
La primera es que hemos sobrevivido al ataque de una puta voladora que quería llevarse a Claudia. Resultado: nosotros 1 - putas voladoras 0.
Lo segundo ha sucedido cuando llegamos a un centro comercial de estos enormes, como pequeñas ciudades, que están en tierra de nadie.
Supongo que muchos os habéis dado cuenta de que la gente aún no sabe a qué atenerse. Puedes ver a un chico en una gasolinera intentar parar a un coche que se ha ido sin pagar, un chico que seguramente no ha sido reemplazado de su puesto en los últimos tres días y que no tiene noticias de sus jefes. Puedes ver a un camionero dando vueltas y más vueltas a una rotonda como si cualquier salida fuese la peor.
En este centro comercial lo primero que nos llamó la atención fue un guardia de seguridad en uno de esos minocoches que ni siquiera tienen puertas, rondando como si fuese a detener a alguien. Había gente llevándose cosas como televisores o paquetes enormes de cereales y el de seguridad los miraba reprobadoramente y creo que se estaba pensando si sacar el arma. No nos dijo ni mu.
Entramos para coger algunas cosas y llevarnos unos carros de la compra que nos puedan servir por el camino. Hace un par de días que hemos decidido no depender de la gasolina y no llevar nada que no podamos arrastrar nosotros mismos.
Bien, el centro comercial es tan grande que tiene restaurantes e incluso un gimnasio con piscina cubierta y campos de tenis. Había un tipo en la entrada que hacía todo el rato palomitas y las daba gratis. A cualquier que se acercase le comentaba que había perdido a su familia y me dio la impresión de que era demasiado tímido para atreverse a pedir que lo acogiéramos.
Luego nos dimos cuenta que distintos grupos, o personas solas, se acercaban a un mismo punto. Había una reunión en el gimnasio. Todos los que se acercaban parecían de algún modo deportistas, por su planta física, por sus ropas o por su mirada, aunque había una docena de niños no mayores de catorce años y cuatro o cinco tipos de más de sesenta.
Parecían haber sido convocados por uno que luego supimos que se llamaba Lucas. Lucas llevaba ropa de karate, pero no era el único. La gente estaba sentada en el dojo, en sillas, en una pequeña grada para asistir a competiciones. Los había con espadas de madera sobresaliendo de sus maletas de deporte, con palos largos e incluso vi un par de arcos.
Lucas hablaba del honor, basicamente. Hablaba de la responsabilidad.
Todos tuvimos la impresión de que se estaba organizando un pequeño ejército de luchadores, karatekas, boxeadores, esgrimistas.
Me pareció... impresionante, como ya he dicho.
El Gobierno no existe desde hace días. El ejército aún no se han enterado de que las armas de fuego no sirve para una mierda.
Y un puñado de deportistas se ha reunido para montar una guerrilla con las artes más antiguas que el hombre ha desarrollado con el objeto de matar o defenderse.
Esta noche hemos decididos quedarnos en el centro comercial, con esta gente, a ver qué sucede. Algunos nos han pedido usar el ordenador para poner al día sus propios blogs o consultar sus correos. Aprovechamos para recargar las decenas de baterías de repuesto que llevamos encima y ducharnos en el gimnasio.
Mañana es posible que formemos parte de algo mayor... o que sigamos en el camino.

miércoles, 8 de junio de 2011

CAUTIVERIO

Ahora que he conseguido tranquilizarme un poco voy a escribir lo que ha sucedido todos estos días.
Nos liberaron el sábado. Desde el sábado hasta ahora, os resumo: hemos buscado un refugio. Nos hemos lamido las heridas. Hemos intentado comunicarnos a través de vuestros blogs pero no hemos podido leer siquiera los vuestros, ni acceder a internet. Hemos recibido la visita de Saúl, que nos ha dado un par de modems usb especiales para que pudiéramos seguir conectados con la realidad, y para seguir conectando la realidad con nosotros.
Estamos juntos Nofaustino, su hijo y su mujer-exmujer-miamante, mi hermano y yo. Por el momento.
Antes del sábado:
Hemos estado retenidos-secuestrados en la embajada china durante todo este tiempo. ¿Por qué? Porque estaban sucediendo cosas demasiado importantes en las que podríamos interferir, y porque los propios chinos ya no se fiaban ni de sus hombres más fiables. Creo que nunca en mi vida he estado tanto tiempo sin música.
No nos han tratado mal, me refiero a las necesidades básica de comfort, pero no nos dirigía la palabra ni el aire acodicionado, que era orientalmente silencioso.
Por otra parte, hemos tenido tiempo para relativizar bastante nuestros problemas. ¿Sabéis esas películas en las que encierran a un grupo de personas y comienzan a tensarse y va saliendo lo peor de cada uno? Bueno, eso no es lo que nos ha pasado a nosotros. Aunque parezca raro, y debo decir que, en gran parte, gracias a mí, hemos aprendido a reirnos de todo. Creo que la falta absoluta de responsabilidades y de capacidad de acción le han sentado bastante bien a Nofaustino (va a ser un buen nombre de superheroe, ya vereis por qué). Creo que ha rejuvenecido 10 años y, por otra parte, ahora se muestra más concentrado pero menos ceñudo... como más alerta. Su hija le obedece sólo con una mirada o un gesto, y su exmujer... bueno, creo que ahora lo ve como a un macho alfa. Mi hermana lo pasó peor. Temía tanto que volvieran a sonsacarle información con métodos cercanos a la tortura como que a mí se me fuese el filete y aprovechase cuando nos traían comida para arrancarle el brazo a un guardia por venganza. Mi hermano nunca sabe cuándo soy un bocazas y cuando no; eso siempre ha sido lo más divertido entre nosotros.
No divgo más. El sábado engtró un hombre en nuestra celda común que era una mezcla de macrohabitación del Ritz y sala de operaciones. Se llama Zao Lao Thun. Nos dijo que lamentaba mucho nuestro encierro pero que fue por un bien común. Un bien que resultó ser un engaño. Nos dijo que muchos paises se habían coordinado hace décadas en un proyecto para equilibrar la Tierra y evitar los desastres naturales y que ese proyecto había culminado con la puesta en marcha de la puta central energética (que aún no sé de qué tipo) en Perú. Y que una vez que eso sucedió, tuvieron esperanza al ver los síntomas en el cielo, las auroras boreales, el mundo, quizá, haciéndose estable. Pero luego llegó el terremoto de Lorca y supieron que habían sido engañados. Algunos lo supieron y otros ya lo sabían. Al parecer, estos Gobiernos tienen infiltrados a tipos, o lo que parecen tipos, que obraban sabiendo que este plan sólo serviría como una especia de invocación demoniaca.
Nofaustino se tomó la broma un poco peor que yo, la verdad. A pesar de cómo le estabamos increpando, el chino nos dió una tarjeta con un teléfono seguro y nos dijo que él no podía volver a su pais y que estaría cerca contactando con los que habían sido sus enemigos hasta hacía poco.
Y nos echó de allí.
Bueno, debo decir que Nofaustino se volvió y permaneció en la puerta mucho rato, mirando a la cámara de seguridad. Comenzó a darnos miedo.
Sólo queria su espada.
Estó pasó el sábado. A día de hoy nos dimos cuenta de lo que está pasando en el mundo y de que el chino no estaba de broma, así que... ¡eeeeh! ¡Estamos aquí de nuevo!
Y tenemos un cabreo de cojones.